
Hoy no pretendo hablar de traducción jurídica, sino de redacción. Muchos conocen que soy un acérrimo defensor del uso del lenguaje llano y la claridad y soy de la opinión de que el problema del lenguaje jurídico y médico no radica en la terminología, sino, sobre todo, en el uso de las estructuras gramaticales.
Desde que empecé a traducir documentos jurídicos advertí un problema habitual en la redacción de denuncias, querellas, demandas, testimonios, declaraciones e incluso contratos: el abuso de pronombres, anáforas, catáforas y elipsis. Es una cuestión que he comentado en numerosas ocasiones con funcionarios judiciales y policiales y con abogados. Al principio, la mayoría no entendía qué quería decirles y no comprendían dónde estaba el problema. Sin embargo, con un pequeño ejemplo, todos se dieron cuenta de que no era una cuestión en absoluto menor, sino que podría tener graves consecuencias. Hace poco, un abogado amigo me recomendó que escribiera algo al respecto: «No servirá de gran cosa, pero lo compartiré con mis compañeros de despacho y con otros colegas. A saber si hemos perdido algún procedimiento por una demanda mal redactada».
Los pronombres, las anáforas, las catáforas y las elipsis son elementos propios de la lengua que ayudan a la cohesión y la fluidez textuales y evitan una redacción recargada y repetitiva, puesto que sustituyen a los elementos de referencia de la oración.
Por ejemplo:
María iba caminando por la calle cuando un perro la asustó al empezar a ladrar. Ella echó a correr y el dueño le dijo a María que no se preocupara, que tenía bozal y no mordía.
En esta oración, se pueden encontrar pronombres, anáforas, catáforas y elipsis que, gracias al contexto, podremos entender con facilidad: sabremos que María se asustó, que fue ella misma quien se echó a correr, que fue el perro quien ladraba y quien tenía bozal y no mordía.
En cambio, en otras situaciones habituales en denuncias, demandas, querellas y documentos similares de carácter civil y penal, el abuso de estos elementos discursivos es con frecuencia fuente de confusión, pues resulta fácil perder el elemento de referencia —sobre todo cuando hay más de dos partes implicadas— y dar lugar a graves malentendidos en el momento de iniciar una investigación, incoar un procedimiento y dictar una resolución judicial.
Que el dicente estaba sentado en el bar cuando un hombre de unos 40 años entró y se pusieron a hablar. Que se enzarzaron en una discusión y lo golpeó, que le dio una patada y un puñetazo y que lo dejó tirado en el suelo.
Las oraciones anteriores, habituales en denuncias policiales, son ambiguas y resultan sumamente confusas; sin más contexto ni información, no puede saberse con exactitud quién golpeó a quién. En esta situación, a falta de más información y pruebas, ¿podrá un juez dictar sentencia? Resulta evidente que no, pues no sabrá quién ha hecho qué.
Si bien puede parecer un ejemplo muy simple —simplón, quizás—, los documentos jurídicos están plagados de estas estructuras. Por ello, sería deseable que quien redacte este tipo de documentos sea consciente de las consecuencias de estas ambigüedades. Así pues, aunque resulte recargado y repetitivo, por los motivos expuestos, es preferible emplear los sustantivos que procedan y sus sinónimos, a fin de contribuir a la cohesión textual sin dar lugar a ambigüedad.
El Sr. Pérez afirma que estaba en el bar cuando entró un hombre de unos 40 años y se pusieron a hablar. Que se enzarzaron en una discusión y que el dicente lo golpeó; que el denunciado le dio una patada y un puñetazo y dejó al declarante tirado en el suelo.
Con este sencillo ejemplo espero invitar a la reflexión de aquellos que tienen la difícil labor de redactar documentos jurídicos y policiales, puesto que, en más de una ocasión, he presenciado auténticos diálogos de besugos debido a la ambigüedad y confusión resultante del abuso de pronombres y elipsis. De hecho, en más de una ocasión me he visto inmerso —con jueces, fiscales, abogados, funcionarios judiciales, denunciantes, investigados y testigos— en conversaciones surrealistas por unos atestados ambiguos y mal redactados. Algunas se parecieron mucho a la conversación del siguiente vídeo:
Tras esta nota de humor, aprovecho para recomendar el interesante blog de Javier Badía: https://lenguajeadministrativo.com/
Saludos desde Gran Canaria